El León del Desierto..
La situación del territorio libio en
el año 1929 frente al intento de anexión por parte de Italia puede ser un hecho
representativo de aquellos tiempos, de lo que fue genuinamente el siglo XX con
toda su esencia. En mi opinión, controvertida quizás, la II Guerra Mundial que
comenzaría tan solo una década después es la máxima expresión del ser humano.
Los logros que entonces se consiguieron establecieron el listón de nuestros límites,
en un entorno bélico inconmensurable, donde cayeron bombas hasta en Australia,
los esfuerzos de todo un mundo, luchando con una intensidad nunca antes
demostrada dio fe de nuestra talla. Ciencia, logística, industria, política,
todos dieron un salto gigante al vacío con los dos pies poniendo el planeta
patas arriba tras haber encendido la mecha con tan solo la chispa de una idea.
La chispa de esa idea es precisamente
la que activa la Italia de Mussolini en los años 20. Primera gran expresión del
fascismo, si bien hermano menor de la barbarie nacionalsocialista que Alemania expresaría
a través de su III Reich. Italia, aquejada de los problemas de aquella época
(que otros resolvieron con el comunismo) y nostálgica de su figura imperial
romana desató bajo los principios ideológicos fascistas una renovada cultura de
la virtud y de la nación. El pueblo italiano, sintiéndose elegido, o haciéndose
sentir así por el Duce, renueva su fe en la costumbre, en la historia, en el
ejercito, en el patriotismo, en definitivamente en sí mismos. ¿Y qué
consecuencia lógica se extrae tras la conclusión de que vives en el mejor
sistema posible? Pues sencillamente que es tu deber exportarlo, o cubrir todo
el espacio vital al que tu pueblo tiene derecho. Tras esta lógica, y
peligrosísima dogmática por la seducción que puede provocar en el débil o en el
inseguro, se encuentran otros muchos intereses que harán que las potencia
europeas se lancen a través del Mediterráneo a conquistar todas las posesiones
africanas y asiáticas que fueran capaces, igual que españoles y portugueses
hicieron siglos antes cruzando el Atlántico. Otros países, en contraposición a
la retórica italiana para justificar sus actos colonizadores fueron sin duda
menos hipócritas (considerando que el gobierno italiano sabía que quería ganar
en África mas allá de la gloria y el honor), justificando sus anexiones de
forma económica o como mucho “formativa o evangelizadora”, y fueron también sin
duda más veloces, y es que Italia no solo se verá frustrada por sus duros
reveses en el proceso de colonización, sino también por el poco espacio
colonizable que ha sido dispuesta para ella, o con otras palabras, la poca
enjundia de los restos.
La agresividad bélica con la que
Mussolini dotará al Estado italiano tiene también un fuerte contrapeso, sin considerársele
débil, el ejército italiano a duras penas alcanzó el poderío de otros de sus
contendientes, como por ejemplo Alemania e Inglaterra. Pese a sus esfuerzos
durante dos décadas, llegó poco preparado a la segunda contienda mundial, en la
que a duras penas pudo realizar un papel digno, y en muchas ocasiones protegida
o socorrida por el mucho más rocoso ejército alemán. Mientras Hitler acongoja
al mundo con sus exigencias y hace retroceder y ceder a ingleses y franceses,
Mussolini no llegará nunca a jugar un rol similar en suelo europeo.
Y que mejor forma de curarse los
complejos que dando el asalto al norte de África, si sus fuerzas fueron
inferiores en Europa, no tenían porque serlo en África, donde la superioridad
tecnológica, mientras no intervinieron otras potencias, alcanzó de sobra a satisfacer
sus interés, al menos en el plano estrictamente militar, porque una cosa que descuidó
Italia, como también descuidó España a veces en sus escarceos en África (quizá
no tanto en América) Fue considerar la idiosincrasia de las poblaciones
conquistadas. Si los indígenas americanos, retrasadísimos en comparación a los
conquistadores españoles llegaron a confundir a estos con dioses, e incluso
ciertos pueblos africanos poco tuvieron que hacer contra la novedosa
superioridad intelectual británica, difícil será engañar o seducir a pueblos
árabes de religión musulmana con la que has guerreado durante siglos en
igualdad y desigualdad de condiciones y sobre todo tipo de escenarios. Por
tanto, en el momento que al colonizado, el que ya te conoce, la intrusión le
supone un problema de vida o muerte, la usucapión pacifica del terreno le va a
resultar del todo imposible. En una época en la que se han mostrado como
contraproducentes muchas de las técnicas de agresión e intimidación es muy
sencillo emitir juicios “a posteriori” pero es también sencillo entender que
las medidas represoras aplicadas sin distinción ni clemencia pueden tan solo
ahondar en la desesperación del luchador inferior y hacer sonar más desesperado
aún su grito de rabia. Esto sucede en la película, durante todo el tiempo que
Italia quiere imponer su superioridad por la línea recta, dura e inflexible no
crea más que destrucción. Destrucción propia mientras no comprende la
problemática intrínseca en el territorio y destrucción ajena cuando al final
imprime una última velocidad al proceso de “pacificación”. Resultando
finalmente vencedor, si, pero no líder, y en todo caso apenas poseedor de poco más
que el suelo que pisa, ya que ciudades y voluntades han ido quedando destruidas
a su paso.
Clarificadoras son las escenas
finales a este respecto cuando apreciamos la rabia y la impotencia del
comandante italiano, que sabe que ha vencido, pero que no ha convencido, y la
serenidad y tranquilidad que desprende Mukthar ante su ejecución, sabiendo que transciende
su muerte y que la voluntad de sus sucesores será sin duda la de continuar la
lucha hasta la victoria final.
En definitiva, muchos han sido los
tipos de colonialismos existentes, nosotros mismos hemos tenido experiencia en
varios tipos, pero es peculiar e interesantísimo ver el desarrollo de dos
variables, el colonizador ideológico, no tan económico como fueron otros
previamente, que lucha para preservar la grandeza que guarda con nostalgia de
su imperio romano. Y el colonizado árabe, musulmán, mediterráneo de la ribera
del sur, viejo enemigo de siempre, y amigo en ocasiones en la reproducción de
una lucha que se ha sucedido en nuestras aguas durante toda la historia,
disfrazada bajo diferentes mascaras y bajo diferentes banderas en un mar que no
es tan grande como parece dado el alto número de pretendientes que lo
ambicionan.
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