1. Introducción
Este
trabajo es un estudio sobre la participación electoral en sistemas con
tradición democrática y nuevas democracias. Centrado en el caso español y
británico.
La
hipótesis que planteamos es, que en una tradición democrática consolidada, el
interés de la población a la hora de votar es mayor que en una nueva
democracia.
Al
escoger para realizar este trabajo Reino Unido y España, nos encontramos con dos
modelos relativamente parecidos. Si bien es cierto que hay un número
significante de diferencias, que no deben ser desatendidas, el punto de
elementos comunes es también considerable. Entre las diferencias, el sistema
electoral puede ser una de las claves a tener en cuenta. Mientras en España
seguimos un sistema proporcional para la cámara baja (D´Hondt) y uno
territorial con corrección por masa poblacional en la cámara alta, los ingleses
usan un sistema mayoritario para la cámara de los comunes mientras que la
cámara de los Lores ni siquiera está sometida a sufragio universal.
Encuadramos
ambas como Monarquías Constitucionales, occidentales y pertenecientes a la
Unión Europea, aunque debemos tener en cuenta que el sistema constitucional
británico ni siquiera tiene una constitución como tal, y la relación con Europa
es diferente entre ambos países.
Ambos
sistemas tienen una minoría nacionalista entre su población, y tienen que
lidiar con la cuestión territorial, Irlanda del Norte y Escocia en el caso
Británico (Gales en menor media) y Euskadi y Cataluña (Galicia en menor medida)
en el caso español. La relación de estos segmentos con su democracia puede ser
un factor interesante de estudiar.
El
origen de la democracia británica se remonta a la mitad del siglo XVII, y es a
partir de esa fecha cuando se va reformando de forma lenta y progresiva hasta
convertirse en un sistema democrático acorde a los parámetros que hoy en día
son usados para entenderlo como tal.
El
sistema español tiene interesantes precedentes en sus dos Repúblicas, (siendo
la segunda durante un corto periodo de tiempo garante del sufragio universal,
condición necesaria para entender un sistema como democrático) y un confuso
sistema parlamentario bajo el reinado de los dos últimos Alfonsos. Explotando
definitivamente el sistema constitucional
con la Constitución del 78.
El
estudio se hará comparando ambos países con las variables cronológicamente
correspondientes, bien es cierto que puede ser necesario usar más de un periodo
electoral para que el estudio sea concluyendo, pudiendo evitar así distorsiones
ocasionales propias del estudio de un solo caso, he intentado aislar los
elementos excepcionales que puedan provocar una variación considerable de la
tendencia de participación habituales de ambos países.
Analizaremos
la abstención en España y en Reino Unido. Nos fijaremos en los porcentajes
desde la primera elección a las Cortes Generales Españolas, comparándolas con
la más reciente en esa época del Reino Unido. Para ello veremos si los años de
democracia en los dos países han alterado el interés de los votantes y si ha
provocado abstención.
Por
tanto, nuestra estrategia de investigación será sincrónica, pues observaremos
las elecciones de los dos países en tiempo similares. Será, por tanto, en un
momento dado desde que España se convierte en una democracia constitucional.
- Desarrollo del
trabajo
A.
Trayectoria
histórica
Al
hablar de la trayectoria democrática más reciente de España y Reino Unido,
tenemos que remitirnos en el caso español, al periodo denominado como
transición, en el que tras la muerte de Franco, se produjo un cambio político y
social, mediante el cual España pasó a ser un país democrático. Una vez
terminado este proceso, los socialdemócratas fueron los elegidos en las
elecciones de 1982 para arreglar los problemas del país. Paralelamente a esos
años, en Reino Unido, tras estar inmenso en una crisis económica y social, una
mujer, Margaret Thatcher, fue elegida Primer Ministro, llevando el
conservadurismo por bandera para tratar de solventar los problemas que sufría
el país.
Por
lo tanto la Transición Española
es el periodo histórico en el que se da el proceso por el que España deja
atrás el régimen dictatorial del general Francisco
Franco, pasando a regirse por una Constitución que consagraba un Estado social, democrático
y de Derecho.
Respecto
a la duración exacta de la transición, algunos la enmarcan dentro del periodo
comprendido entre la proclamación de Juan Carlos I de Borbón como rey
de España el 22 de noviembre de 1975 y la entrada en vigor de la
Constitución, el 29 de diciembre de 1978. Otros muchos la sitúan entre dos
fechas clave: el 20 de noviembre de 1975, cuando fallece el dictador Francisco
Franco; y el 28 de octubre de 1982, año en que deja de gobernar la UCD, partido
que promovió el cambio de régimen político y la aprobación de la Constitución
del 78, en cuya elaboración participó con tres de los siete ponentes que se
encargaron de la redacción del texto.
Con
la muerte del General Franco, el 20 de noviembre de 1975, el denominado Consejo
de Regencia asumió, de forma transitoria, las funciones de la Jefatura del
Estado hasta el 22 de noviembre, fecha en la que es proclamado rey ante las
Cortes y el Consejo del Reino, Juan Carlos I de Borbón.
El
rey confirmó en su puesto al Presidente del Gobierno del régimen franquista,
Arias Navarro. No obstante, pronto se manifestaría la dificultad de llevar a
cabo reformas políticas bajo su Gobierno, lo que produciría un distanciamiento
cada vez mayor entre Arias Navarro y Juan Carlos I. Finalmente el Presidente
del Gobierno presentó su dimisión al rey el día 1 de julio de 1976.
Arias
Navarro sería relevado en la Presidencia del Gobierno por Adolfo Suárez, quien
se encargaría de entablar las conversaciones con los principales líderes de los
diferentes partidos políticos y fuerzas sociales, más o menos legales o
toleradas, de cara a instaurar un régimen democrático en España.
El
camino utilizado fue la elaboración de una nueva Ley Fundamental, la octava, la
Ley para la Reforma Política que, no sin tensiones, fue finalmente aprobada por
las Cortes y sometida a referéndum el día 15 de diciembre de 1976. Como
consecuencia de su aprobación por el pueblo español, esta ley se promulgó el 4
de enero de 1977. Esta norma contenía la derogación tácita del sistema político
franquista en sólo cinco artículos y una convocatoria de elecciones
democráticas.
Estas
elecciones se celebraron finalmente el día 15 de junio de 1977. Eran las
primeras elecciones democráticas desde la guerra civil. Unión de Centro
Democrático es el partido más votado aunque no alcanza la mayoría absoluta y es
el partido encargado de formar gobierno. A partir de ese momento comienza el
proceso de construcción de la democracia en España y de la redacción de una
nueva Constitución.
El
6 de diciembre de 1978 se aprobó en referéndum la Constitución Española,
entrando en vigor el 29 de diciembre.
A
principios de 1981 dimite Adolfo Suárez debido al distanciamiento con el Rey y
a las presiones internas de su partido. Durante la celebración de la votación
en el Congreso de los Diputados para elegir como sucesor a Leopoldo
Calvo-Sotelo se produce el golpe de Estado, conocido como 23-F, que
fracasará.
Las
tensiones internas de la UCD provocarían su desintegración a lo largo de 1981 y
1982. El segmento democristiano terminaría integrándose con Alianza Popular,
pasando así a ocupar la franja de centro-derecha. Por otro lado, los miembros
más cercanos a la socialdemocracia se unirían a las filas del PSOE.
El
Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sucedió a la UCD tras obtener mayoría
absoluta en las elecciones generales del 82, ocupando 202 de los 350 escaños, y
comenzando así la II Legislatura de España. Por primera vez desde las
elecciones generales de 1936, un partido considerado de izquierdas o progresista iba a formar
gobierno.
Mientras
en España sucedía esto, en Reino Unido la crisis del petróleo dibujaba un clima
desesperanzador en el plano económico, con la inflación por las nubes, al mismo
tiempo que las cuestiones territoriales pasaban por momentos complicados,
creando un clima de tensión (hablamos de Irlanda del Norte). Fue también en
estos años donde Reino Unido entro en guerra con Argentina en la conocida como
Guerra de las Malvinas. Y para solucionar todos estos problemas de los que
adolecía Reino Unido, por primera vez en
su historia, una mujer llegaba a ser Primer Ministro. Hablamos de Margaret
Thatcher.
Thatcher
se convirtió en la primera mujer en ser Primer Ministro el 4 de mayo de 1979,
con un mandato para invertir el declive económico del Reino Unido y reducir el
papel del estado en la economía. Trabajó para manejar el declive económico del
Reino Unido, y quería que el país se afirmase en un nivel más alto de
influencia y liderazgo en relaciones internacionales. Fue una compañera
filosófica de Ronald Reagan, elegido en 1980 en los Estados
Unidos. Parecía durante bastante tiempo que el conservadurismo podría ser
la filosofía dominante en la mayoría de los países de habla inglesa en ese
momento.
Durante
su mandato, la filosofía política y económica consistía en la reducida
intervención del Estado, el libre mercado, y el espíritu empresarial. Se
comprometió a poner fin a lo que para ella era una excesiva injerencia
gubernamental en la economía, y lo hizo a nivel nacional a través de la
privatización de empresas públicas. Comenzó su reforma económica mediante el
incremento de los tipos de interés para desacelerar el crecimiento de la oferta
monetaria y, por tanto, reducir la inflación.
De acuerdo con su intervención, el estado presentó recortes presupuestarios
y la reducción de los gastos en servicios sociales como la sanidad, la
educación y la vivienda. También puso límites en la impresión de dinero y
restricciones a los sindicatos.
El
gobierno conservador bajó los impuestos directos sobre la renta en medio de una
recesión en 1981, pero aumentaron los impuestos indirectos. En enero de 1982,
la tasa de inflación había descendido al 8,6% de las anteriores máximos de 18%,
y las tasas de interés cayeron.
En
1983, el crecimiento económico general fue más fuerte y la inflación y las
tasas hipotecarias se encontraron en su nivel más bajo desde 1970, aunque la
producción industrial había disminuido un 30% entre 1978 y el desempleo alcanzó
una cifra de 3,6 millones. El término "thatcherismo" se acuñó a sus
políticas, así como a los aspectos éticos de su perspectiva y su estilo
personal, incluyendo el absolutismo moral, el nacionalismo patriótico y el
interés por el individuo
Por
otro lado, en 1981, un número de prisioneros del IRA y la Armada de Liberación
Nacional irlandesa en la prisión Maze de Irlanda del
Norte, empezaron una huelga de hambre para recobrar el estatus de presos políticos,
el cual les fue revocado cinco años antes bajo el gobierno laborista
precedente.
El
gobierno británico al principio rechazó con contundencia devolver el estatus
político a los prisioneros republicanos. Sin embargo, después de que nueve
hombres más murieron de hambre y la huelga finalizara, y frente al creciente
enfado en ambas partes de la frontera y un malestar civil generalizado, algunos
derechos relacionados al estatus político fueron restablecidos a los
prisioneros paramilitares.
Durante
estos años, se continuó la política de «ulsterlización» del anterior gobierno
laborista creyendo que el unionismo de Irlanda del Norte debería estar en la
vanguardia para combatir el republicanismo irlandés.
El
2 de abril de 1982, la junta militar en el poder en Argentina dio la orden para
invadir las Islas Falkland y Georgias del Sur, un territorio británico de
ultramar que Argentina venía reclamando desde 1810. Al día siguiente, Reino
Unido envió una fuerza de tarea naval para reconquistar las islas y deportar a
los invasores. El conflicto se intensificó a partir de ese momento. Argentina
se entregó el 14 de junio y la operación se consideró un éxito para los
británicos, a pesar de que 258 británicos habían perdido la vida. El efecto de
la guerra dio lugar a una ola de entusiasmo patriótico y de apoyo para el
gobierno de Thatcher.
Por
lo tanto, podemos ver que en esos años, mientras en España se producía una
transición de un régimen dictatorial a una democracia, con la instauración de
instituciones nuevas, con un nuevo clima social esperanzador por la adquisición
de derechos sociales, y donde por fin sus ciudadanos podían sentirse libres, en
Reino Unido, una democracia de siglos de antigüedad, consolidad, los problemas
de su sociedad de centraban en salir de la grave crisis economía, además del
problema irlandés, lo que provocó el advenimiento de un gobierno conservador al
que se le confió solucionar todo esto. Posteriormente con la victoria en la
Guerra de las Malvinas, éste salió reforzado, volviendo a ganar las siguientes
elecciones, mientras en España se impuso en 1982 un gobierno progresista y de
izquierdas.
B.
Sistemas
Electorales
En el caso británico solo hay una única
cámara sometida a sufragio. Esta cámara está dividida en 646 circunscripciones
(revisadas según la población por una comisión cada 8 o 12 años) en 1974 y 1979
la división era de 635, y en 1983 de 650 (proporciones detalladas en el
epígrafe de peculiaridades territoriales).
Actualmente
la división es:
18 en irlanda del norte
59 en escocia
40 en País de Gales
529 en Inglaterra
Las
características del sistema electoral británico son:
-
Sistema mayoritario, un solo ganador por
distrito, el cual se lo lleva todo (winner takes all) esto premia a los
partidos mayoritarios que se presentan a nivel estatal y da cierta
representación a los nacionalistas que se hacen fuertes en sus feudos
-
Una sola vuelta
-
Elecciones cada 4 años en la praxis,
aunque legalmente se establece un periodo de 5 años
-
Sufragio universal desde 1928 (mayores
de 21), reducido a 18 en 1969
Por tanto, como consecuencias hallamos:
-
Gobiernos monocolor, dotados de gran
estabilidad, alternancia bipartidista entre conservadores y laboristas con (y
casi sin excepción) cómodas mayorías absolutas, históricamente la alternancia
se producía entre liberales y conservadores
-
Desfase mayúsculo entre porcentaje de
votos y porcentaje de escaños
-
Posible desincentivación del voto:
Se
debate políticamente si la falta de competencia real hace que los votantes no
afines a conservadores o laboristas tienen posibilidad de encontrar su espacio
electoral (lo que ha venido actualmente a corregir el partido liberal
aglutinando a desencantados de ambos partidos)
El
diseño del sistema electoral español, gravita en torno a un Congreso de
los Diputado, de tamaño reducido, cuya estructura se basa en un doble criterio
fijado tanto en la CE de 1978, como en la LOREG:
1)
La atribución de un mínimo inicial de
dos escaños por distrito.
2)
Reparto
del resto en proporción a la población respectiva.
Este
doble criterio, ha dado lugar a unas circunscripciones cuyo promedio de tamaño
es reducido: 6,7 escaños, justo en el límite mínimo imprescindible para que la
fórmula electoral deje de tener efectos
irremediablemente mayoritarios.
La
adopción de la fórmula electoral D´Hont para el reparto de los escaños tiene unos efectos limitados.
Pese a pertenecer a la familia de las fórmulas proporcionales, la reducida
magnitud de los distritos favorece el
desarrollo de sesgos mayoritarios (Lijphart, 1986; Taagepera y Laakso, 1980).
De hecho, la traducción de votos en escaños
y su posterior asignación a los partidos resulta completamente
proporcional sólo en las circunscripciones de Madrid y Barcelona; en buena
parte de las restantes es, con algunos matices, de carácter mayoritario. Su
aplicación favorece, así, a los partidos
más grandes; castiga sin representación, o la dificulta notablemente, a los
pequeños partidos de apoyos electorales dispersos por todo el ámbito estatal, y es ajustada para los partidos regionalistas o nacionalistas (Montero y
Gunther, 1994). Ello ha ocasionado que
la dimensión de la barrera legal, fijada en el 3% del voto válido en el nivel
de la circunscripción, carezca de
virtualidad: en la práctica, los escaños
se reparten generalmente entre
los dos primeros partidos, por lo que quedan sin representación muchos partidos que superan con creces esa
barrera. En cambio, ha tenido mucha mayor importancia la barrera efectiva que
el sistema establece de facto para entrar a participar en el reparto de
escaños: alcanza el 10,2%, sólo superada, entre los países occidentales, por la de Irlanda (Lijphart,
1995, 59 y 72).
Los
datos relativos a la desproporcionalidad subrayan con más intensidad las
peculiaridades de las diversas dimensiones del sistema electoral español. Todos
los sistemas electorales dan lugar a efectos desproporcionales; la cuestión es,
por lo tanto, de grado. En el caso español, la combinación de numerosos
distritos de magnitud reducida o media, la aplicación de la fórmula D´Hont provoca unos sesgos desproporcionales no muy
distantes de los que se observan en los
países que cuentan con un sistema mayoritario.
C.
Peculiaridades
territoriales
Para
realizar esta comparación distinguimos el caso español del británico en dos
marcos diferenciados.
·
España
El
presidente del gobierno tiene un lugar prevalente en el sistema constitucional
español. En él se concentran las funciones de creación y cese del gobierno, de
mando en las deliberaciones del ejecutivo, de disolución de las cámaras o de
proposición de una moción de confianza. Pero no es sólo una preeminencia
normativa. El sistema de partidos español y la práctica política desde 1978 han
convertido al presidente del gobierno en máximo dirigente del aparato político
de su partido y jefe de la mayoría parlamentaria. Se produce así un
reforzamiento mutuo del liderazgo político y de la figura del presidente del
gobierno, que se establece como el órgano clave en la orientación y dirección
política del Estado. Se convierte en el
máximo líder político del país. (Alvarez, J.; Pascual,E. 2002: 267)
Elecciones
generales
1977-1982
En
las elecciones de 1977, el porcentaje del número de votantes fue un 78’83% y la
abstención en estos comicios fue del 21’17%.
Son dos los objetivos principales de las Cortes recién elegidas: dar una
solución a la dramática situación económica y social del país y elaborar una
Constitución que formalice la renovada situación democrática.
En
las elecciones de 1979, el porcentaje de número de votantes fue de un 68’76% y la abstención de un 31’24%.
La abstención de 1979 es una de las más altas de la historia de la democracia
española, pero no existen matrices suficientes de explotación estadística para
explicar la abstención para las dos primeras elecciones democráticas.
En
las elecciones de 1982, el porcentaje de número de votantes es de un 79’97
%y la abstención baja hasta un 20’03%.
De
las elecciones de 1982 se ha dicho que marcaron un hito en la historia
electoral de Europa. La abstención disminuyo en trece puntos. El mapa electoral
y parlamentario resultó completamente trastocado. Cambió sustancialmente el
equilibrio existente hasta entonces entre los bloques de derechas e izquierdas.
Los
resultados electorales de 1982 introdujeron una triple inyección de
legitimidad, autonomía y eficiencia, ensanchando las posibilidades de
consolidación del nuevo régimen. (Sanatamaría. J. 1984: 7)
La
mayor participación coincide con aquellas elecciones generales donde el clima
político español induce a una mayor incertidumbre sobre los resultados finales
(1977 y 1982)
Debemos
tener en cuenta que después de la muerte de Francisco Franco el sistema de
partidos que surgió en España parecía gozar de cierta estabilidad en el curso
de las dos primeras elecciones democráticas. En 1977 y en 1979 los votos se
concentran en cuatro partidos: Unión de Centro Democrático (UCD), Partido
Comunista Español, Partido Socialista Obrero Español y Alianza Popular. En
1982, el partido del gobierno, UCD sufrió la mayor catástrofe electoral
acontecida jamás a cualquier partido en Europa occidental, pues su porcentaje
en el número total de votos descendía del 35 al 7 por 100.
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