Muy pocas
personas fuera de los círculos especializados, o que al menos posean un conocimiento cualificado sobre los
engranajes político-económicos que rigen nuestro sistema, han sabido el porqué
del énfasis de los medios de comunicación en la azarosa vida del hasta ahora
director general del FMI, que ahora cruza los infiernos del procedimiento penal
abierto contra él en los tribunales de Nueva York. Dejando aparte los
entresijos de dicho procedimiento, que son también interesantes en cuanto a la
participación del muy mediático abogado defensor de Strauss-Khan, ganador habitual de causas imposibles, hay que
detenerse en la figura del acusado. ¿Quién es y por qué es tan importante su
figura? Esta es la noticia. Y la respuesta es sencilla, ya que este gran
desconocido para la mayoría es también una de las personas más poderosas del
mundo: dirige el Fondo Monetario Internacional. La existencia de instituciones
como el FMI es acorde al devenir político de nuestros tiempos. La
representación parlamentaria clásica, la que rigió en los orígenes de la
democracia, ha sido desplazada por una sustracción de dicha representación que
ahora se sustentará en instituciones secundarias, las cuales, fuera del control
del electorado, han sido dotadas de unas competencias de no poca relevancia, y que,
aunque legitimadas de forma indirecta y por tanto plenamente legales, el
ejercicio de esas competencias escapa por tanto a la responsabilidad política directa
tal y como tradicionalmente se ha venido conociendo, provocando el cada vez más
alarmante desapego del ciudadano hacia las instituciones, mientras que las
decisiones de estos órganos, siendo muchas veces vinculantes, escapan al
control al que por su parte si son sometidos los órganos y representantes
elegidos de forma directa. El FMI sería por tanto uno de esos organismos
internacionales a los que hacemos referencia, pero no el único. Uno de los
casos más flagrantes, cuya promoción hasta los niveles locales y por tanto su
plena aceptación es un objetivo constante, es el de la Unión Europea, cuya
legitimidad popular está tan solo representada desde su última reforma en el
Parlamento Europeo, y donde a mucha distancia del ciudadano de a pie quedan
instituciones como el Consejo o la Comisión.
El FMI: Fue
fundado, como tantas otras instituciones internacionales (La refundación de la
OIT o las propias Naciones Unidas) en el contexto de la segunda guerra mundial,
debido en parte al anhelo de reconciliación
e integración demandado por la sociedad civil tras la desolación de la
contienda. Está compuesta por los 187 miembros que integran la ONU a excepción
de Cuba, que la abandonó y de Kosovo, que es miembro sin serlo a la vez de la
ONU, así como China, que fue expulsada o Ciudad del Vaticano. Dieciocho de
estos miembros han firmado con reservas en alguna de las disposiciones que
contiene el tratado constitutivo. El objeto de esta institución es controlar, o
evitar si fuera posible, las sucesivas crisis de los sistemas monetarios,
intentando dirigir a los países en la adopción de las políticas económicas a la
vez que creando un fondo de financiación temporal. Entre sus objetivos también
es posible encontrar la promoción de la cooperación internacional, siempre en el
ámbito de sus competencias, así como una asesoría técnica a gobiernos y a
bancos centrales en el desarrollo de la contabilidad pública.
Sin ser tan
populares o llamativas como las atribuciones de otros organismos
institucionales, hay que dejar claro que su nivel de influencia es enorme por
cuanto su mediación puede dirigir en cierta medida toda la economía mundial, y
a la cabeza, y he aquí el porqué de la relevancia de esta noticia, el ahora defenestrado
y antes cuasi-todopoderoso Dominique Strauss-Kahn.
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