lunes, 23 de julio de 2012

Exámen a la revolución islandesa


Durante los dos últimos años hemos visto como la crisis financiera desatada desde aproximadamente el año 2008 ha ido haciendo estragos por todo el mundo, afectando de forma especial al continente europeo, y como no, a España. Entre las múltiples variables que se pueden estudiar en este problema, una me parece realmente interesante, el caso de Islandia. Ya en tiempos de prosperidad, se ha dicho de Islandia, un pequeño país insular de apenas trescientos mil habitantes enclavado en el Atlántico Norte, que era un estupendo laboratorio de las tendencias económicas y también sociales que sucedían en el resto del mundo. Cercano geográficamente al Reino Unido, equidistante con Escandinavia y socialmente similares, y aliado privilegiado de Estados Unidos, mezcló durante años, lo que tardaron en salir del atraso tecnológico y convertirse en potencia financiera mundial (al menos en proporción a su población), virtudes de ambos continentes, convirtiéndose para muchos en el modelo a seguir, en el ejemplo del desarrollo y la prosperidad.
Islandia tiene ciertas características que hacen que su caso no sea extrapolable a ningún otro país del mundo, su localización geográfica y su herencia social escandinava, o su envidiable situación energética, que la hace autosuficiente en todos los aspectos. También ha sido única en la caída. La población ha rechazado de plano, parte en la calle, las medidas planteadas por su gobierno. Estando por tanto en una situación realmente desesperada, en la que cada familia debía de afrontar deudas de miles de euros cada una si querían rescatar a las entidades bancarias y hacer frente a las obligaciones de su gobierno, han decidido plantarse y dejar caer a los bancos y de paso al propio gobierno. El principio es muy sencillo, ellos, los ciudadanos, no son responsables de la locura y de la barbarie financiera de sus banqueros. La medida, que en principio puede parecer justa y valiente, abre ahora un escenario imprevisible, Reino Unido y Holanda, sus principales acreedores no lo van a olvidar y amenazan ahora con denunciar a Islandia ante la justicia internacional. La situación de este país sigue siendo precaria, pero al menos, y habrá que estar a lo que suceda en un futuro, han elegido explorar su propio camino, todo un reflejo de la personalidad de un pueblo que, por la dureza de su clima y de su geografía está acostumbrado a formarse a sí mismo.

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