sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Los regímenes presidencialistas y los sistemas de partidos bipartidistas favorecen la estabilidad política?


¿Los regímenes presidencialistas y los sistemas de partidos bipartidistas favorecen la estabilidad política?


Estudiaremos siguiendo a Pasquino un ejemplo de cada uno de los modelos que se nos propone como hipótesis inicial en esta recensión: Estados Unidos por los presidencialistas, Francia como modelo semi-presidencialista, sistema que según este autor está dotado de entidad propia y Reino Unido como ejemplo de bipartidismo. Por otra parte contrapone Pasquino a estos tres tipos el sistema alemán y el italiano.

Se define en primer lugar el sistema Presidencial como aquel en el cual el presidente es elegido directamente (en el caso americano mediante los grandes electores que nunca han distorsionado la voluntad popular) y separado, aunque solo sea parcialmente, de la elección de la Cámara de Representantes. El Presidente por su parte no puede elegir a las Cámaras, las cuales a su vez no tendrán poder para destituirle salvo que decidan procesarlo, y aun que este excepcional proceso triunfase, sería el Vicepresidente el llamado a la sustitución, quien de todas formas ya estaba incluido en el mismo ticket que dio acceso al poder al Presidente.

El caso americano es particular por el celo que pone en la separación de poderes, especialmente ejecutivo-legislativo, no es excepcional que un votante demócrata, vote a un representante republicano para alguna de las cámaras a mitad del mandato presidencial tan solo para equilibrar esta balanza de poder.

Viene al caso explicar aquí, que si bien el cargo presidencial está dotado de numerosas prerrogativas ejecutivas, la iniciativa legislativa es exclusiva de las Cámaras, que además son muy celosas de este poder, y en muchos casos, las mayorías reforzadas que se necesita para aprobar ciertos proyectos no pueden ser conseguidas mas que por el consenso, este hecho, sumado al hecho antes mencionado de que el Presidente frecuentemente gobierna con alguna Cámara (o ambas) en contra, hace que podamos decir que, si bien el sistema es perfectamente estable, la gobernabilidad no siempre es todo lo eficaz que podría considerarse deseable. Esto ha provocado en la praxis que muchos presidentes no hayan podido llevar a cabo las propuestas estrella que llevaban incluidas en sus programas electorales y por las que paradójicamente fueron elegidos (Bill Clinton y su reforma sanitaria)

En Francia, tras el fracaso de la IV República, la reforma del sistema impulsada por De Gaulle provocó una fuerte debilidad en la institución parlamentaria a favor de la figura del presidente, aunque bien es cierto que no se puede considerar un sistema presidencialista puro. En el caso francés, mientras Presidencia y Parlamento ostenten el mismo signo la cuestión de la estabilidad carece de relevancia, es tan solo bajo el fenómeno conocido como cohabitación (Presidente de distinto partido que la mayoría parlamentaria) cuando podemos sacar a relucir este asunto, por ejemplo la peculiaridad del sistema francés que dota al Presiente de la capacidad de investir al Primer Ministro y al Parlamente la de destituirlo, mediante la praxis política también se le reservan carteras como la de Exteriores y Defensa, por lo que podemos concluir que De Gaulle hizo bien su trabajo y pese a las dificultades que la cohabitación puede provocar (especialmente la de Chirac con Jospin durante unos larguísimos 5 años) la estabilidad queda garantizada por la fortaleza de la figura presidencial.

Para terminar con el caso francés, decir que la ultima reforma del mandato presidencial ha igualado la duración de su mandato con del Parlamento y la cohabitación se presenta francamente improbable ahora y en el futuro.

Los británicos por su parte, tras privar a la figura del monarca de casi todo poder real confiaron su soberanía al Parlamento, pero dejando a su vez que su feroz sistema electoral mayoritario solo diera oportunidades reales a dos partidos (y por tanto la elección del Primer Ministro sigue la lógica de estas elecciones, ya que será el líder de uno de ellos), si bien es cierto que a lo largo de la historia no han sido los dos mismos partidos (históricamente Liberales vs. Conservadores, actualmente Laboristas vs. Conservadores) se han dado pocas o ninguna oportunidad a terceros partidos nacionales y mera representación, tan solo anecdótica, a nacionalismos o regionalismos, cuya última oportunidad real de influencia en el sistema fue en 1974, cuando se dio una de esas escasísimas ocasiones en las que no se consiguió mayoría absoluta en la House of Commons, ya fuera Tory o Laborista, pocos meses después unas nuevas elecciones corrigieron esta “deficiencia” otorgando al ganador una nueva mayoría absoluta (aunque escasa, de tan solo 3 asientos)

Por lo tanto, podemos concluir en este sentido que el sistema británico goza de una estabilidad envidiable, aunque el precio de esta sea el de la representatividad política, ya que solo un 30 o 40% del electorado se ve representado en unos gobiernos con mayorías mayúsculas, y alrededor de un 30% (elecciones de 2005) no tiene posibilidad ninguna de ver a sus representantes en los círculos de poder al no haber votado a ninguno de los dos “monstruos políticos” que dictan el compás del juego político en este país.

Dice Pasquino en uno de sus capítulos, que en cuanto a la estabilidad, los sistemas que acabamos de describir parten con ventaja, porque, ente otras cosas, es dificilísimo que el Líder sea derrocado una vez que ha sido elegido, por el contrario, si esta estabilidad se viese en peligro por cualquier motivo la situación seria muy grave porque el sistema no esta diseñado para esta situación, mientras, los sistemas parlamentarios llevan intrínseco a su propia naturaleza la mayor capacidad de absorber o amortiguar estas fases inestables. Es interesante por otra parte, acercarnos a sus conclusiones, que posteriormente tendremos en cuenta para las nuestras propias, y es que afirma: Que la división entre sistemas mayoritarios y proporcionales, por si misma no explica gran cosa, cosa que si hace el incluir cualquiera de los tres sistemas explicados previamente, mas aún baremados con los efectos electorales (tiene en cuenta lo que el dice el numero de “jugadores” que entran a la competición y que también encontramos en otros autores) y por tanto es interesante incluir la variable bipartidismo/multipartidismo en el análisis. Por último asigna un factor clave a la identificación de la responsabilidad, ya que será clave en la estabilidad del sistema identificar claramente al culpable de los déficits del mismo, no siendo lo mismo que tras una clara identificación, este pueda ser sustituido, que se diluya la responsabilidad en varias figuras o instituciones ocultando la fuente de la inestabilidad, que contagiará a todo el sistema.

Una vez analizados los tres sistemas que se proponían como hipótesis de la recensión, queda compararlos con los sistemas donde parlamentarismo y multipartidismo son la normalidad política, y es cierto, si vemos el caso italiano como ejemplo, que el número de gobiernos y de primeros ministros que han pasado en los últimos años ha sido escandalosamente alto en comparación con cualquiera de los antes citados, he incluso comparado con el alemán (también un sistema parlamentario con diversidad de partidos). Este último introduce una novedad (también la compartimos en España), que es la moción de censura constructiva, y es que si el momento político forma una mayoría casual que contradiga las propuestas del gobierno, solo la proposición alternativa de un candidato con posibilidades reales de relevar al líder podrá asegurar el triunfo de la moción, evitando así los vacíos de poder tan peligrosos si hablamos de estabilidad.

CONCLUSIONES:

Encuentro que la estabilidad depende en gran medida de que el sistema que la sustenta sea un sistema fuerte, y hay que reconocer, aunque solo sea por el conocimiento surgido de la práctica, que cuando los mecanismos institucionales otorgan un fuerte poder al grupo dirigente, asegurando así la competencia y la alternancia de los grandes partidos (como ocurre con demócratas y republicanos en Estados Unidos, con laboristas y conservadores en Reino Unido, con socialismo-derecha en Francia, he incluso socialistas y populares en un sistema de bipartidismo imperfecto que es el caso Español) la estabilidad queda garantizada. Como resultado de esta estabilidad, aparecen gobiernos fuertes dotados de todos los instrumentos necesarios para ejecutar sin cortapisas sus programas, solo limitados por la existencia periódica de elecciones, donde si el partido A, en el uso de ese poder, ha quedado debilitado, expuesto o ha perdido su legitimidad, será expulsado del trono por el partido B, bajo el amparo de una total y absoluta normalidad democrática, y así el ciclo comenzará de nuevo.

Ahora bien, aunque en efecto sería arriesgado tachar de anti-democrático esta forma de construir gobiernos, es cierto que la estabilidad tiene su precio, que es la representatividad y la inclusión de las minorías o de ideologías emergentes en el juego de poder (ningún partido ecologista se asomará nunca a las esferas de ese poder en el sistema británico, tal como si ocurre por ejemplo en Alemania o en alguno de los países escandinavos). Sistemas donde un 20 o 30% de la población ve como sistemáticamente sus representantes quedan fuera del circulo, o donde A y B cada vez son mas cercanos y solo se diferencian en tres o cuatro puntos clave de su programa, difícilmente pueden considerarse ideales, encontramos cada vez mas difícil distinguir matices grises entre el blanco de A o el negro de B, o peor aún, encontramos que A y B son simplemente variantes de una misma elite en el poder repartiéndose la estancia en el mismo de forma periódica para así legitimar su posición, donde todos los demás partidos quedan excluidos de la competición, porque entre otras cosas, su llegada podría cambiar las reglas del juego y bajar del asiento a los que ahora lo ocupan, o por lo menos obligar a tener en cuenta a terceras vías. Y recuperamos aquí a Pasquino, ya que si bien la estabilidad está a priori garantizada, de sobrevenir un periodo de inestabilidad, por el motivo que fuera, este podría ser mucho mas grave que el de un sistema parlamentario multipartidista, donde al fin y al cabo, los periodos de inestabilidad en los gobiernos, las coaliciones que caen y se levantan y la celebración de numerosas elecciones son simplemente el reflejo en sus representantes de un pueblo que no sabe ponerse de acuerdo.

BIBLIOGRAFIA:

PASQUINO, G. (2004): “Formación y disolución de los ejecutivos”, en Sistemas Políticos Comparados. Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos. Buenos Aires: Prometeo Libros/Bononiae Libris: pp. 89-122
PASQUINO, G. (2004): “El análisis de los sistemas políticos”, Sistemas Políticos Comparados. Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos. Buenos Aires: Prometeo Libros/Bononiae Libris: pp. 17-53
SARTORI, G. (1997): “Presidentialism”, “Parliamentary Systems” y “Semi-Presidentialism”, en Comparative Constitutional Engineering: An Inquiry into Structures, Incentives and Outcomes. Houndmills: Macmillan Press: pp. 83-100 y 101-140.
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WARE, A. (1996): “La clasificación de los sistemas de partidos”, en Partidos políticos y sistemas de partidos. Madrid: Istmo: pp. 235-286.
Recursos de Internet:

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